musica

PRIMAVERA SOUND 2011

 Un año más, el Primavera Sound tomó Barcelona y despidió mayo con una muy buena selección de música en directo. Han sido días intensos y felices y, sin embargo, no todo ha sido bueno en esta última edición del festival. La organización ha presentado varios fallos que me dejan con ciertos sentimientos contradictorios. Empezaré con ellos y así me saco de encima la molesta tarea que supone el criticar algo a lo que se le tiene cariño…

 

La eterna cola para conseguir la pulserita de prensa que me impidió ver a Echo &The Bunnymen y a Caribou el miércoles en el Poble Espanyol por llenarse el recinto del aforo hizo que me estrenara con mal pie y fue por desgracia un presagio de lo que vendría después. Porque estas esperas se repitieron en el Fórum durante los tres días siguientes, frente a las barras y los lavabos, entorpeciendo el movimiento constante que exige un festival tan apretado como este, especialmente un año en el que se había ampliado el recinto y las distancias entre escenarios se habían agigantado. Pero lo más escandaloso fue sin duda el fracaso absoluto del nuevo sistema de pago mediante tarjeta que estrenaba la organización. La idea no parecía mala. Se trataba de sustituir los tradicionales tickets por una tarjeta que podía cargarse con dinero y así agilizar los pagos. Nadie podía prever que el sistema se colapsaría y que durante más de tres calurosas horas estuviéramos el jueves sin poder beber ni una gota, a menos que estuviéramos dispuestos a soportar larguísimas esperas frente a los “Mochilaman” que servían cerveza con expresión desbordada y que probablemente, jamás habrían esperado estar tan solicitados.Espero que al menos fueran a comisión y algo positivo se pudiera sacar de aquello. Por no hablar, por supuesto, de los precios desorbitados… Pero bueno, ya basta de quejas. Centrémonos en la música que es lo que importa y lo que ─espero─ fue el motivo de que este año el Primavera Sound contara con más de 120.000 asistentes.
La primera actuación que vi fue la de los norteamericanos Of Montreal, que convirtieron el escenario en un circo surrealista ─máscaras de cerdos y luchadores de wrestling incluídos─ y le dieron una divertida puesta en escena a su pop juguetón de tintes psicodélicos. Grandes canciones como Coquet Coquette, acompañadas de bailoteos excéntricos y verbeneros, consiguieron monopolizar nuestra atención y casi hacernos olvidar la sed.
The Fresh & Onlys
¡Que levanten la mano los que crean que el escenario Pitchfork
tiene problemas de sonido!

Nos dirigimos después al Pitchfork para escuchar el guitarreo efervescente y enganchoso del cuarteto de San Francisco The Fresh & Onlys. Lástima que algunas de sus grandes canciones como Waterfall o Strange Disposition quedaran algo empañadas por un sonido sucio y disperso, debido probablemente a la mala acústica del escenario, a orillas del mar, más que a su propia actuación. Los para muchos considerados padres del post punk, John Lydon y sus Public Image Limited, nos esperan luego en el escenario Llevant, uno de los más grandes y apartados. A pesar de que los berreos de Lydon me parecen más cómicos que otra cosa y que su paranoica mezcla de estilos no me convence, sí soy capaz de reconocer lo innovador de su propuesta, que hoy no sorprende a nadie pero que a finales de los setenta debió de quedarse con todos.

Y al Pitchfork volvemos para ver a The Walkmen. Encabezados por el elegante Hamilton Leithauser, estos rockeros neoyorkinos cumplen con nota frente a una ─sorprendente─ multitud, que, a pesar de los ya mencionados problemas de sonido del escenario, se anima especialmente con arrolladores temazos como Angela Surf City o The Rat.
La noche avanza y les toca el turno a unos de los cabezas de cartel, Interpol, que nos ofrecen un concierto correcto aunque a ratos algo monótono. El líder Paul Banks da cuenta de su perfecto español y se dirige simpáticamente a la audiencia, entonando sobre todo temas de su último disco homónimo ─algo más flojillo que sus anteriores, en mi opinión─ pero también, por supuesto, algunos de sus grandes éxitos del pasado como Evil o Slow Hands.
 The Flaming Lips
Foto: Primavera Sound

 

The Flaming Lips nos demuestran, una vez más, ser los mejores cuando se trata de liarla y convertir un concierto en una fiesta constante. Pero si bien es cierto que es difícil no pasarlo bien con la burbuja gigante, los globos multicolores y los vistosos espectáculos audiovisuales, también lo es el hecho de que entre tanto exhibicionismo colorista, a menudo las canciones puedan pasar algo desapercibidas. Afortunadamente no es el caso de Do you Realize?, con la que cierran el concierto, que junto con el confeti y la multitud entregada, perfilan un muy triunfal broche final de mi primera jornada en el Primavera.

 

El brutal y vergonzoso desalojo por parte de los Mossos d’Esquadra de los indignats acampados en la Plaza Catalunya me obliga a asistir a la manifestación de protesta del viernes por la tarde y me impide ver los conciertos de Avi Buffalo y M Ward.
Matt Berninger de The National
Foto: Primavera Sound

Sí llego, afortunadamente al concierto de The National y soy testigo de su genial directo. La privilegiada voz de barítono del cantante Matt Berninger – muy sobrio y elegante, vestido de negro como la noche que ya se asienta en el escenario Llevant- es sobrecogedora y logra imponerse por encima de todo lo demás. Tocan temas de su último disco como Afraid of everyone, Terrible Love ─con la grata e inesperada irrupción de Surfjan Stevens en el escenario─ o Bloodbuzz Ohio, así como las “antiguas” y emocionantes Apartment Story o Fake Empire pero, antes de lo que habríamos deseado, tenemos que correr para coger un buen sitio para Belle  Sebastian.

Belle & Sebastian, una familia feliz

Los de Glasgow no nos defraudan y nos dan exactamente lo que esperábamos: una deliciosa sesión de pop goloso y primaveral (nunca mejor dicho). Canciones de siempre como If you’re feeling sinister, The boy with the arab strapJudy and the dream of horses van combinándose con otras más recientes como If you find yourself caught in love, The blues are still blue o I want the world to stop. La vida es mejor si se llena de dulces melodías y eso Stuart Murdoch y los suyos parecen saberlo mejor que nadie. A pesar del buen rato que me hacen pasar, echo de menos muchas canciones: Jonathan David, Waking up to us, The model, entre tantas otras, pero supongo que es difícil acertar con todas cuando se tiene tan extenso y luminoso repertorio…

Let’s all meet up in the year 2011, won’t it be strange when
we’re all fully grown…

¡Y al fin llega el momento! Tras nueve años de silencio, Pulp aterrizan en el escenario San Miguel y bajo unas espectaculares luces de neón que dibujan su nombre, nos regalan un concierto para recordar. Lo tuvimos todo: los bailoteos, los suspiros dramáticos, los movimientos de cadera, la elegancia, el sex- appeal y, sobre todo, las canciones, los exitazos: Do you remember the fist time, Babies, Disco 2000, Pink Glove, Underwear, Sorted for E’z &Wizz, Something changed… Casi veinte años tras los inicios del brit pop allí estamos todo el Primavera Sound, brincando al servicio del Jarvis más entregado y carismático. El momento álgido de la noche y, probablemente, de todo el festival, fue minutos antes de que empezara a sonar el Common people, en el que Cocker quiso homenajear a los indignados de la Plaza Catalunya con unas sencillas pero coherentes palabras (Se lo molesto que es que alguien de fuera pretenda saber lo que pasa en tu país pero sé también que algo va mal cuando la policía golpea a gente por no hacer nada). Como colofón final, la genial Razzmatazz, que dedicó a la mítica discoteca en la que ha hecho de dj en numerosas ocasiones.

Acabamos la noche en el escenario ATP al son del dj set de Barry Hogan, el promotor de conciertos responsable del festival de música All Tomorrow’s Parties y de la discográfica de mismo nombre, que nos hace bailar con una ecléctica mezcla que no acaba de convencernos pero que dadas las horas, ya nos sirve.

El sábado comienza de manera muy especial. Hacia las seis aparece el ex Velvet Underground John Cale en el escenario del Auditori para interpretar íntegramente su obra maestra Paris 1919 ante una audiencia privilegiada entre la que, gracias al cielo (y a mi cuñado Alex que me descubrió el disco), me encuentro. Durante los casi cuarenta y cinco minutos que dura el álbum, nos sumergimos en una burbuja apartada del mundo en la que nada tiene sentido más que la hermosura de su música. Su sonido, sencillo y mágico, envuelto de delicados arreglos que nos acarician el alma, nos transporta a otro lugar, uno en el que los modernitos con peinados y el grupo super cool del momento parecen de repente lejos, muy lejos, tan empequeñecidos ante el peso de lo que de verdad importa, lo que de verdad trasciende, esas canciones que, a pesar de haber sido compuestas hace casi cuarenta años, están aquí para siempre.

Fleet Foxes. Foto: Primavera Sound

La vuelta al mundo real no resulta tan dura de la mano de los Fleet Floxes, a los que nos dirigimos a ver luego. Tal y como nos explica el cantante Robin Pecknold, es la primera vez que tocan en España y su estreno es digno de aplauso. Su particular folk con reminiscencias sesenteras suena en directo igual de bello y armonioso que en sus dos discos, cuyas canciones van intercalando más o menos a partes iguales. Con temas antiguos como Mykonos, Your Protector o, por supuesto, White Winter Hymnal, y también nuevos como Battery Kinzie o Helplessness Blues, nos meten en sus bolsillos y nos dejan con ganas de recibirles de nuevo pronto.

Deep Sea Arcade

Llega el momento de la Champions y mientras la multitud se dirige al escenario Llevant, en el que se han instalado pantallas gigantes para retransmitir el partido, unos pocos escogemos seguir con la música, en nuestro caso, de la mano del grupo australiano Deep Sea Arcade. Seguimos haciéndoles reverencias a los sesenta: si los Fleet Foxes bebían de los arreglos y la introspección melódica de Brian Wilson o Crosby, Stills & Nash, los Deep Sea Arcade beben del pop luminoso y el rock’n’roll más directo y bailable de los Beatles y los Kinks. Canciones enganchosas y radiantes que siempre me encontrarán con los brazos abiertos y que nos hacen pasar un muy buen rato. Y tras un breve encuentro con el garage juerguista y simpático de los portorriqueños Davila 666, corremos hasta el escenario San Miguel donde está a punto de salir P.J Harvey.

Ataviada con un vestido blanco y un peinado de lo mas extravagante al mas puro estilo ninfa mitológica, le dio un extenso repasó su a su último disco Let England Shake. Alternando la guitarra con el autoharp, nos ofreció una actuación menos menos rockera de lo habitual, en la que también dio cabida a clásicos como C’mon Billy, Meet Ze Monsta o Down By the Water. Un concierto comedido e interesante, en el que a ratos eche de menos, sin embargo, algún punto de desmelene.

Nos despedimos del festival bailando la siempre genial selección de repertorio de Dj Coco, que contó esta vez con una muy feliz sorpresa: la irrupción del grupo Mujeres en el escenario interpretando canciones de los Beatles. No se me ocurre mejor manera de acabar la noche.

Qué lejos quedan las críticas con las que he comenzado esta crónica ahora que he llegado hasta aquí y he revivido tantas buenas actuaciones. Y es que a pesar de los fallos y los agobios, ya lo comentaba al principio, han sido tres días intensos y felices y supongo que eso lo compensa a todo. Esta edición deja, sin embargo, errores de organización que espero encuentren una solución en el futuro. Morir de éxito es morir, al fin y al cabo, y yo le deseo al Primavera Sound una larga y próspera vida por delante para que siga llenando de buena música y grandes recuerdos cada mes de mayo que queda por llegar.

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