La ecléctica propuesta del festival Cruïlla llegó a la Ciudad Condal en su sexta edición ofreciéndonos un fin de semana de música para todos los gustos y colores. Dos calurosos días de conciertos con alma en el Forum de Barcelona por el que desfilaron un total de 31.000 asistentes repartidos en cinco escenarios.
Una cerveza que muy pronto se tambaleará peligrosamente al ritmo arrollador del conciertazo que nos regalaron los de Londres. Si la frescura de Bloodspots, su disco de regreso tras once años de silencio, ya nos había sorprendido gratamente en su momento desde la primera escucha, su aparición en el escenario en la noche del viernes nos deja boquiabiertos. ¿Qué clase de pacto extraño ha hecho Brett Anderson con el diablo para seguir tan guapo y tan joven? ¿Cómo es posible que siga con esa misma voz aguda y eléctrica y ese mismo carisma sensual y bailongo de cuando era un chaval? ¡Es inaudito! Sea como sea, el de Suede fue un concierto brutal, en mayúsculas, un directo desbordante de energía y compenetración a pesar de la baja de su batería enfermo (que fue sustituido por Justin Welch, excomponente de Elastica). Así, tanto los grandes temazos de siempre –Trash, We are the pigs, Animal nitrate, So Young, New generation, The Wild ones, Everything will flow, Saturday night y tantos otros – como los muy dignos temas de ese último disco que se hace querer –Hit Me, Barriers o It starts and ends with you – sonaron impecables. Por supuesto, The Beatiful ones lo hizo también, capitaneada por ese Dorian Gray del glam pop descamisado y sudado y la multitud coreando su estribillo eterno como si no existiera el mañana.Pero el mañana llegó, y con él, nuevos conciertos, marcados por un hilo conductor que se alejaba del indie de la noche anterior para adentrarse en los derroteros del mestizaje.
Iniciamos la jornada con el folklore balcánico de Goran Bregovic y su imponente Wedding & Funeral Orchestra, compuesta de una amplia sección de viento y cuerdas y un gran coro de hombres en traje y mujeres ataviadas con vestidos tradicionales. Armado con su amplia sonrisa y su guitarra eléctrica, el yugoslavo y los suyos convirtieron el escenario Estrella Damm en un hervidero de cachondeo que vivió sus momentos álgidos con temazos como Bella Ciao, Nicoleta y Kalashnikov. 
Y mientras la mayoría de la audiencia rapea luego con Snoop Dogg –que aparece con una camiseta del Barça y acompañado de unos mc’s, un dj, un músico, unas bailarinas y un tipo disfrazado de perro que pega brincos por el escenario– nosotros nos dirigimos a una abarrotada carpa para ver a Los Mambo Jambo. Allí están Dani Nel.lo y los suyos dando rienda suelta a su desenfrenado rock’n’roll cincuentero. Con sus melodías de saxofón y guitarra tejidas sobre enganchosos ritmos de contrabajo y percusión, nos lanzan al bailoteo incontrolable y nos regalan un guateque genial.
Con la diversidad musical como bandera y el esfuerzo expreso de huir de cualquier etiqueta capaz de limitar su horizonte, el sello personal del Cruïlla se consolida con fuerza en el panorama de los festivales de verano.
Y, si bien el amplio elenco de estilos que comprende su cartel a menudo puede entrar en conflicto con los gustos de su heterogéneo público (es imposible complacer a todo el mundo), su apuesta por la autenticidad, por encima de la pretensión de modernidad a toda costa que parece incentivar otros festivales, es tan arriesgada como encomiable. Su vertiente solidaria, materializada en su colaboración con Amnistía Internacional y las iniciativas de recogida de alimentos para combatir la pobreza son las muestras definitivas de su idealismo y su espíritu diferente y necesario. ¡Bien hecho Cruïlla, hasta el año que viene!
Fotos: Desi Estévez


