¡Se avecinan fechas emocionantes! El martes 12 de abril se publica mi primera novela Canción de despedida, que tantas alegrías me ha dado desde que el pasado noviembre resultó ganadora de la 42 edición del premio literario Felipe Trigo.
Una de esas alegrías ha sido reencontrarme con antiguos cómplices de andanzas literarias, como con Mercedes de la concejalía de juventud del ayuntamiento de Mieres, Tomás de la agrupación cultural Carmen Martín Gaite de El Boalo, o Javier de la casa de cultura de Ribadedeva. A los tres los conocí a raíz de concursos literarios que gané en el pasado, de los que guardo un gran recuerdo.
Cuando gané el Certamen de Relato Corto Eugenio Carbajal, hace diez años, trabajaba un un lugar muy desagradable en el que no me dejaban coger vacaciones fuera del periodo estival. No podías pedir ni un día de puente, ni una jornada cualquiera, ni siquiera una tarde para ir a un curso. La cosa no tenía ningún sentido, ya que en verano seguía habiendo el mismo trabajo que el resto del año, se trataba de una decisión absurda que a día de hoy todavía no logro entender. La cuestión es que no pude ir a Mieres a recoger el premio y me perdí actividades tan entrañables como la representación que el grupo de teatro infantil hizo de mi relato. Mercedes, de la concejalía de juventud, me envío recortes de prensa que se hacían eco de la noticia, entre los que se encontraba el que cuelgo a continuación.
A raíz del fallo del Felipe Trigo me puse en contacto con ella para explicarle la feliz noticia, y poco después me extendió la invitación para asistir a la entrega de este año, que tendrá lugar el próximo viernes 14 de abril.
Una oportunidad de conocer Mieres, al fin, y de sacarme la espinita por ese viaje que jamás pude emprender.
Cuando gané el concurso de narrativa corta Carmen Martín Gaite, en 2017, la hermana de la autora, Ana Mari, nos recibió en la vivienda familiar de El Boalo y nos explicó cómo fueron los últimos meses de Carmen (o Carmiña, como la llamaban sus seres queridos) en esa casa. Ana Mari fue muy amable conmigo a pesar de que las desavenencias con el ayuntamiento, que recientemente había cogido las riendas del concurso, la había llevado a distanciarse de este. El encuentro solo tuvo lugar gracias a la agrupación Carmen Martín Gaite, que movió hilos para que así fuera. En su momento se me pidió discreción y no compartí las fotos del encuentro. Lo hago ahora, seis años después, agradecida por la buena disposición de las partes que lo hicieron posible y en cariñoso recuerdo de Ana Mari, fallecida en 2019.
Me remonto ahora al año 2011, en el que gané un concurso de microrrelatos sobre los años 60 que convocó el ayuntamiento de Ribadedeva, un concejo integrado por cuatro pueblos al norte de Asturias. Parte del premio era un par de noches en un hotel de Colombres, la capital, un hermoso pueblo de mar, montaña y fuerte tradición indiana. Con mis amigas Christel, Claudia y Karina planeamos un viaje vacacional con la idea de pagar una segunda habitación entre todas, pero resultó no haber plazas disponibles para esas fechas y Javier, de la asociación cultural, nos ofreció alojarnos gratis en en un edificio municipal. Se trataba de una casita de dos plantas: abajo estaba el lavabo, la ducha, y una especie de oficina cerrada con llave a la que pudimos asomarnos subidas a una silla y en la que por lo visto se reunían asociaciones locales (esto lo he leído de mi diario de entonces, la verdad es que lo había olvidado).
Arriba había una habitación grande con hamacas y las paredes cubiertas con murales infantiles. Allí dormimos tan contentas con nuestros sacos de dormir y el premio se convirtió en la excusa para embarcarnos en un viaje por la costa Cantábrica. El último día que nos quedamos en Colombres, maltrató nuestras resacas un jaleo de gritos y zapatos alarmantemente cercano. Nos incorporamos sobresaltadas: alguien había entrado en nuestra casita. Nos asomamos en pijama, las bocas secas y los ojos sucios de rimmel, y vimos a un grupo de gentes disfrazadas corriendo de un lado al otro. Por un momento no entendimos nada, encefalograma plano y ataque de risa a pesar del cansancio. Luego supusimos que se trataba de un grupo de teatro. Christel salió en pelos y pijama para pedirles que bajaran la voz, cosa que como es comprensible, no hicieron.
¿Pero por qué os estoy contando todo esto, os preguntaréis tal vez, y con razón? Pues no lo sé muy bien, la cosa se me ha ido un poco de las manos. En realidad lo que quería explicaros es que el sábado 15 volveré a Ribadedeva para presentar la novela en una taberna librería llamada La librería de Pimiango en la que llevan a cabo interesantes y variadas iniciativas culturales. Me hace mucha ilusión porque por lo visto están preparando un concierto para amenizar la velada, así que promete ser una noche muy especial.
Y hasta aquí mis batallitas de concursos pasado. Se avecinan días intensos, con un poco de suerte plagados de anécdotas que recordar en este blog. Espero, esta vez, no tardar diez años en hacerlo.
Cuelgo el cartel de las actividades planeadas para esta semana próxima. Si estás por la zona, ¡anímate a pasarte por alguna de ellas!
Abrazos,
Eli.