Una semana después de haber llenado el teatro Romea de Barcelona durante 5 noches consecutivas, los Manel hicieron un nuevo llenazo en la recién estrenada sala La Bóvila, en el pueblo gerundense de Palafrugell.
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Así, la refrescante melodía que es El Miguel i l’Olga tornen que abrió el concierto sonó algo insípida, haciendo que se echara en falta la felicidad primaveral de la versión del disco y la segunda voz de la chica con la que, a pesar de lo afinados que han demostrado ser todos los miembros del grupo, ninguno de ellos pareció atreverse en el directo, más allá del breve diálogo que recitó con desgana el guitarrista Roger Padilla.
La siguieron otros dos temas nuevos, La bola de cristall y El gran salt ─una de esas canciones que crece a cada escucha, con su juego de voces, sus repentinos golpes de caja y su glorioso y a la vez algo melancólico desenlace “la nit caurà, la nit caurà…”─ para seguir con la “antigua” Pla Quinquennal ─echo de menos también los coros de la original─ que siempre me ha encantado a pesar de que nunca he logrado desentrañar su significado.
Esto se hace más que evidente al llegar al final de la canción, cuando las voces de los grupos de quinceañeros, los matrimonios con hijos y los jóvenes que, como yo, ya no lo son tanto, se funden en una sola y se separan algo después para entonar ─esta vez de manera espontánea y sin las instrucciones de Gisbert, como en la gira anterior─ su feliz y caótico canon final. Si yo hubiera compuesto esa canción creo que ese momento me habría emocionado de verdad. De hecho me emocioné sin necesidad de haber compuesto nada. Que bonic, que bonic!
La cançó del soldadet, Flor groga y le llega el turno a Aniversari, que, despojada de los numerosos arreglos con los que cuenta en el disco y defendida tan sólo con ukelele, guitarra eléctrica, bajo y batería, sigue sonando de maravilla; más sencilla, más acelerada pero sin perder su especial delicadeza ni sus aires de fábula mágica.Ya ni siquiera me molesta esa introducción narrada y casi disfruto con ese algo impostado Que demani un desig, que tan cursi e irritante me había parecido en un principio…
La sigue Captatio Benevolentiae, triunfal y emocionante como siempre y luego, el nostálgico retrato de esa historia que ya se ha acabado que es Ai Dolors. Tras ella, Benvolgut, la estupenda carta de presentación dirigida al ex de una novia que abre el nuevo disco, bajo cuya cadencia marcial y victoriosa (el ex ha quedado atrás, al fin y al cabo), se esconde una reflexión algo más deprimente, en mi opinión, sobre cómo la gente que un día significa tanto al siguiente no es más que una foto olvidada en un cajón; reflexión que se repite, de hecho, en la canción con la que vuelven tras los bises, la melancólica mirada al futuro de Criticarem les noves modes de pentinats y su “potser no seré el teu amic, ni tendré res a veure amb si ets o no ets feliç…”
Esta última, como siempre, me pone un poco triste, así que agradezco que continúen con su versión de Pulp La gent normal, antes de arrancar con El mar e inundar la sala con sus canturreos despreocupados y sus palmas de un día de sol…
Para finalizar el concierto, la habanera Deixa-la Toni, deixa-la, que resulta de lo más apropiada encontrándonos como nos encontramos tan cerca de esa Calella de la que procedía aquel famoso abuelo que se fue a Cuba a hacer fortuna… Las simpáticas divagaciones de Gisbert nos hablan esta vez de unos sabios marineros que abordaron desde la orilla un día al multiinstrumentalista Martí Maymó con aquel arrastrado consejo… Éste, muy serio, emprende su solemne acompañamiento vocal al que muy pronto se le une el público para finalizar con un último y entregado cantar de taberna.
Tras sonrisas y saludos se da por finalizado el concierto, dejándome más que satisfecha aunque sin poder evitar echar de menos esa genial Els guapos són els raros, de su primer disco (que, un apunte curioso, está compuesta por el batería Arnau Vallvé).
Pero habrá más ocasiones. Entre tanto, recurro al Spotify y la escucho repetidamente, a pesar de que ¡maldita sea!, ahora funciona con limitaciones. En fin, ya pagaré cuando se me agoten las horas permitidas. De momento me quedan todavía 8 horas de música, que son aproximadamente 4 professors europeus y 4 bones armadures…¿Crisis en el sector? Que se lo digan a Manel.
Buena crónica del concierto Elisenda. Coincido contigo en la mayoría de las apreciaciones. Creo que se trata de un disco que tiene mucho de literatura, mucho de relato breve y conciso que reflexiona sobre las anécdotas del pasado, aquellas que nos calaron en lo más profundo, sobre la lucha cotidiana por mantenernos a flote y sobre los deseos y esperanzas que nos hacen levantarnos con un poco más de alegría cada mañana. Un gran disco, un gran grupo, unos referentes para toda una generación, no?
Me gustaría invitarte a visitar mi blog, creo que podría gustarte ya que compartimos pasiones.
http://www.laberintodeficciones.blogspot. com
Un saludo con afecto
Muchas gracias por tu comentario. No podría estar más de acuerdo, sus canciones son muy literarias en el sentido de que son pequeñas historias con las que todo el mundo puede identificarse. Eso y por supuesto la calidad de su música les convierte en un grupo realmente especial. ¡Me voy de cabeza a tu blog! ¡Un abrazo!