El mes avanza, los relojes se atrasan y la ciudad se vuelve fría y oscura y como para querer sacarnos del letargo otoñal en el que nos encontramos de repente invadidos- los festivales veraniegos son ya un lejano recuerdo y los que se avecinan en primavera un lejano aliciente- el In-edit Beefeater llega a Barcelona para despertarnos de nuestra modorra y ofrecernos una semana de propuestas interesantes y música en la gran pantalla.
Me estreno en la que es ya la séptima edición del festival con «Who killed Nancy?» algo escéptica, lo reconozco, pues tengo miedo de encontrarme ante la típica película de confabulaciones absurdas que hay detrás de todo famoso crimen. Sin embargo me encuentro con una muy interesante y entretenido documental acerca del asesinato de Nancy Spungen y de los interrogantes que presentó su misteriosa muerte en el Chelsea Hotel en New York. ¿Pudo realmente Sid cometer un asesinato después de haberse tomado tantísimos sedantes como muchos testigos afirman que hizo, cuando le dejaron completamente narcotizado en la cama en aquella fatídica noche? Los doctores lo dudan. ¿Como es posible que los 20.000 dólares recién pagados por Virgin Records por los derechos de «My way”, sencillamente, desaparecieran tras la muerte de Nancy?
Diferentes personajes del entorno de la pareja comparten sus recuerdos frente a la cámara y nos hablan de aquella tortuosa relación desde sus inicios hasta su trágico desenlace, así como de la posterior muerte del propio Sid. A lo largo del documental se ponen de manifiesto interesantes hechos que realmente plantean dudas razonables acerca de la autoría del crimen y perfilan una algo morbosa, sí, pero también, fascinante historia de autodestrucción, drogas y punk.
Al día siguiente me espera el documental de Paul Weller, «Into tomorrow», un eficiente repaso a la trayectoria del artista, desde sus años adolescentes en The Jam, pasando por su periodo con «The Syle Council«, hasta llegar a su prolífica carrera en solitario.
Ente las personalidades entrevistadas en el documental cabe destacar a su padre –que fue también su manager hasta su muerte- su madre -que curiosamente, luce exactamente el mismo peinado que el actual Weller– o Steve Brookes -miembro de los primerísimos Jam, que abandonó al no gustarle el giro mod que tomó el grupo y que afirma con simpática ironía «Y todavía estaríamos tocando en bares cutres si hubiera sido por mi».
Tampoco podía faltar, por supuesto, el siempre sobradísimo Noel Gallagher, gran admirador y amigo de Weller, que se deshace en elogios hablando de su polifacético padrino, o su ex-esposa- muy simpática, por cierto- cantante de «The Style Council» con la que tuvo dos hijos.
En definitiva, un documental ágil e interesante que aunque tampoco sorprende, sí logra proporcionar una agradable velada en compañía de guitarras y bu que es lo que al fin y al cabo, uno andaba buscando. That’s entertainment!
Me alegra el domingo «Woodstock: Now and Then» una nostálgica mirada al festival de rock más famoso de la historia, producida por su propio fundador, Michael Lang. Actuaciones inolvidables, divertidas anécdotas de asistentes y geniales imágenes de la época nos trasladan a aquel verano del 69 y nos ayudan a hacernos una idea de como debió de ser el presenciar aquel histórico acontecimiento, con el barro, las drogas, el esplendor hippie y sobre todo, las canciones. The Who, Janis Joplin, Jimmy Hendrix, Crosby/Still/Nash & Young… realmente parece increíble, tal y como comentan en el documental, que existiera un tiempo en el que de verdad, todos esos monstruos ocuparan el panorama musical del momento. Echo de menos a Creedence, a los que no se hace mención alguna y me sorprende gratamente la actuación de Country Joe McDonald, al que no conocía, con su genial canción contra la guerra «I feel like I’m fixing to die», brillante, irónica e irreverente a partes iguales, en la que al ritmo de un alegre country se entonan líneas tan siniestras como Come on mothers throughout the land / pack your boys off to Vietnam /come on fathers, don’t hesitate/ send ‘em off before it’s too late/ be the first one on your block/ to have your boy come home in a box.
Llega el martes y con él el documental que más ganas tenía de ver: «The agony and ecstasy of Phil Spector». Lo esperaba con gran expectación porque son muchas las cosas que había leído de este personaje y siempre me había impresionado profundamente como alguien tan retorcido, misógino y asqueroso, hablando en plata, pudiera haber creado composiciones tan geniales y aparentemente llenas de inocente alegría como “Be my baby”, “Da doo ron ron”, o tantas otras. Sin embargo, el documental me produce encontradas sensaciones. Se supone que es una celebración de la genialidad de Spector y que ha obviado expresamente la faceta sórdida de su vida para centrarse en la grandiosidad de sus canciones. Hasta ahí la idea me parece fantástica. Sin embargo, ese propósito se contradice con el hecho de que vaya combinando también fragmentos de su juicio por asesinato y sobre todo, con la perspectiva completamente unilateral que se ofrece de éste, al exponer tan sólo los argumentos de la defensa.
Me da la impresión de que eso va más allá del derecho que tiene el director de presentar una visión subjetiva de la historia para adentrarse en el peligroso terreno que es el, abiertamente, ofrecer una versión distorsionada de la realidad, sobre todo para aquél que desconozca la figura de Spector y se base tan sólo en lo que se adivina de él en este documental. Y es que a través de la entrevista que ocupa la mayor parte de éste, Spector llega hasta a caer bien. Excéntrico, sí, pero también cómico, como si de un entrañable genio loco se tratase, un vejete simpático al que se le ha ido un poco la cabeza.La realidad es que lejos de ser tan sólo un chistoso y estrafalario anciano es un hombre con un larguísimo historial de maltratos y amenazas a sus espaldas, obsesionado con las armas de fuego y cuyos enfermizos celos le llevaron a encerrar a su esposa la “Ronette” Ronnie Spector en su casa y a construirle un ataúd para recordarle donde acabaría en caso de que le fuera infiel. Nada de entrañable en eso.
Por otro lado, tengo también que reconocer que escuchar el testimonio de Phil Spector en primera persona, por muy alejado de la realidad que pueda estar, resulta interesante y divertido: su egocentrismo y sus contradicciones, sus imitaciones -bastante logradas, por cierto- de John Lennon, su odio hacia Paul McCartney y su cómica obsesión por Tony Benett… convierten este documental en un reportaje único y valioso. Y es cierto también, que su atípica estructura, contrastando el delicado tratamiento con el que está detallada su trayectoria artística con las crudas imágenes sobre su juicio, constituyen un montaje arriesgado a la vez que impactante. Es por eso que este documental me deja con sentimientos contradictorios sin ponérmelo fácil el poder posicionarme… aunque pensándolo bien y tratándose de un personaje tan brillante y siniestro al mismo tiempo, tal vez no podría ser de otra manera…
Mi próxima cita es con Neil Young y “Don’t be denied”, un resumido aunque bien aprovechado documental sobre la carrera del artista, en la que de forma concisa –en menos de una hora- se narran las múltiples aventuras musicales del que ha sido bautizado como “el padrino del grunge”. Un montaje interesante que pone al descubierto a un personaje simpático y con los pies en la tierra aunque eso sí, con una profunda obsesión por evolucionar constantemente y no encasillarse en sus éxitos que en alguna que otra ocasión ha hecho que alguno de sus compañeros musicales quedara arrollado ante su frenético paso.
Pero tal y como él repite en varias ocasiones «No es nada personal y sólo tiene que ver con la música» y supongo que ha sido esa absoluta determinación a la hora de tomar decisiones controvertidas y esa inquietud por mirar hacia nuevos horizontes lo que le ha llevado a cosechar incontables éxitos en todas las vertientes que ha tomado su carrera- ya sea en solitario como con cualquiera de sus múltiples formaciones: Buffalo Springfield, Crazyhorse, Crosby, Still, Nash & Young…- y lo que ha hecho que su influencia se extienda sobre todos los estilos y edades.
Continuo con “This is Spinal Tap”, el falso documental del ficticio grupo de heavy de los 80, muy popular en Estados Unidos- gracias, en parte, a las apariciones del grupo en Los Simpsons- aunque hasta hoy bastante desconocido en nuestras fronteras, que rescata este año el festival con una nueva sección titulada “Imperdible”.
Un poco como lo que hicieron los Monty Python con “The Rutles”, en esta película se relata en clave de parodia las peripecias de un grupo musical, intercalando entrevistas a sus miembros con retazos de su historia. Excentricidades, rifirrafes, actuaciones, charlas en los camerinos y otras muchas descabelladas situaciones llenan una hora y media de humor absurdo que resulta efectivo a ratos pero que a otras puede llegar a resultar sólamente estúpido. Paso un buen rato, aunque no puedo evitar que el término «película de culto» que muchos le otorgan, me parezca un poco exagerado.
“Johnny Cash at Folsom Prison”, me traslada a la cárcel en la que el hombre de negro grabó su legendaria actuación en 1968 y me sorprende con la impresionante historia de Glen Sherley, el preso compositor de la canción “Greystone Chapel«, que Cash inmortalizó en su famoso recital. Eternamente concienciado con la causa de los presos y con múltiples canciones abordando dicha temática, descubro que Cash no sólo accedió a tocar la canción -aprendiéndosela a toda prisa la noche anterior- sino que tuvo un papel clave en la consecución de la puesta en libertad de Sherley y en su posterior incursión en la escena country de la época. Un documental emocionante y bien narrado que tuvimos el placer de ver presentado por su agradable y parlanchín director Bestor Cram.
El ultimo documental que veo es «100 pájaros” acerca de la gira de los Rodríguez en Buenos Aires en 1944 que francamente, después de haber leído que fue el documental ganador del festival en Argentina, me sorprende por su mediocridad. Grabado cámara en mano y con pretensiones de ser muy cercano e intimista, más que un documental es una recopilación de planos del grupo entre bastidores y de actuaciones que se escuchan mal que, lejos de transmitir la euforia del rock & roll que se supone que tendría que inspirar el diario de viaje de un buen grupo en la cumbre de su carrera, como era el caso, resulta vacuo, mareante y aburrido. Lo mejor: cuando Fito Paez y Andrés Calamaro le cantan a Maradona en una alegre improvisación callejera. Lo peor: los soporíferos discursos de Calamaro que habla mucho sin decir absolutamente nada.
Por desgracia no puedo asistir a la clausura del festival, presentada por el simpático Bruno Sokolowicz y me pierdo la emisión de las dos películas ganadoras : “Still Bill” acerca de la leyenda del soul Bill Withers en la categoría internacional y “Febrero. Cuando la vida es carnaval” en la nacional.
Y así, tras una intensa y enriquecedora semana, el In-edit abandona Barcelona. Guardo en un cajón el arrugado librito con la programación y me despido de los cines Rex y Aribau y también del bar cutre de la Gran Vía que nos ha acogido casi a diario durante diez días y que sé que no volveremos a pisar hasta la próxima edición del festival. Y al mismo bar volveremos dentro de un año. El camarero no nos reconocerá, pero nosotros sí le reconoceremos a él, y entre cervezas y patatas bravas, mientras hacemos tiempo entre documental y documental, comentaremos los entresijos de nuevas fascinantes historias del mundo de la música que en una tarde de otoño, saldrán a nuestro encuentro.