Libros

Las chicas

Las chicas fue la novela debut que catapultó a la escritora californiana Emma Cline al estrellato literario en 2016. Nos descubre la historia de Evie, una insegura adolescente sin amigos ni buena relación parental que se siente irremediablemente fascinada por un grupo de chicas que pasean por el parque monopolizando la atención de todo aquel que se cruza con ellas. Esas asilvestradas melenas, esas piernas al descubierto que marcan un paso firme e insolente, esas sonoras carcajadas y esos ojos brillantes; las jóvenes irradian una descarada felicidad incluso cuando acometen labores tan poco gratas como revolver en un contenedor. ¿Pero quiénes son esas chicas? Desde la mirada ingenua de Evie, atrapada en sus inseguridades y conflictos propios de esos años de acné y sonrojos, representan todo lo que no es ella: espíritus libres que flotan en el atardecer soleado, mujeres hermosas, poderosas, dueñas de sí mismas. Pero ya se sabe: las cosas no suelen ser lo que parecen.

En la novela se distinguen dos hilos argumentales que se unen y desunen a la manera de una trenza. Por una parte está la narración de los hechos que convierten a la Evie adolescente en una más en esa comuna cuya armonía está sustentada en el sexo, las drogas y, sobre todo, la absoluta devoción hacia un melenudo de pretensiones artísticas llamado Russell. Por otra: las andanzas de una Evie de mediana edad y su relación con unos veinteañeros con los que tiene que convivir un par de días. Tal vez ese primer hilo os resulte familiar: vais por el buen camino. Esta novela es una revisión novelada y libre de lo sucedido en aquel infame rancho en el que se cocieron los asesinatos de la familia Manson. Russell, por tanto, no es otro que Charles Manson, el zaparrastroso psicópata que consiguió que su acólito de fanáticos asesinara despiadadamente a, como mínimo, 7 personas (hay otras muertes todavía sin resolver) entre las que se encontraba la joven actriz Sharon Tate, embarazada de Roman Polanski.

Aquí no se menciona el apocalipsis racial ni el Helter Skelter -así denominó Manson a su demente plan, creyendo leer señales de su cometido en el White Album de los Beatles- sino que los asesinatos responden a una venganza personal contra el músico Mitch Lewis (mezcla entre Dennis Wilson de los Beach Boys y el productor musical Terry Melcher, en cuya casa tuvo lugar la masacre). Pero no son los asesinatos los protagonistas de esta novela, ni mucho menos las ideas de ese sanguinario perturbado. Sino la aproximación de la inocente Evie a ese abismo de total oscuridad. A pesar de que no es Russell sino Suzanne, una de sus chicas, quien ejerce sobre ella esa fascinación capaz de llevarse por delante todo lo racional, sí es esa misma hambre de amor que siente Suzanne hacia su maestro la que impele a Evie a entregarse a la comunidad. Pero teníamos otras cosas en común, nosotras dos, un hambre distinta. A veces deseaba que me tocasen con tal desesperación que el ansia me arañaba. Veía eso mismo en Suzanne, tiesa como un animal que huele comida siempre que se acercaba Russell.

El gran logro de la novela, a mi parecer, no es tan solo su entretenida trama sino las palabras escogidas. La prosa de Emma Cline es cautivadora, hermosa, precisa. Perfila ambientes y personajes con despampanante maestría. Subyace bajo la trama, además, una interesante reflexión sobre la educación de las mujeres y los roles de género. Por aquel entonces, yo estaba siempre pendiente de la atención de los demás. Me vestía para generar amor, me bajaba un poco el escote, adoptaba una mirada melancólica cuando me mostraba en público, una mirada que insinuaba muchos pensamientos profundos y prometedores, por si acaso a alguien le daba por echar un vistazo (…) Esperaba que alguien me dijese qué había de bueno en mí (…) Todo el tiempo que había dedicado a prepararme, esos artículos que enseñaban que la vida no era más que una sala de espera hasta que alguien se fijara en ti.

Ciertos rasgos son compartidos por los personajes femeninos de esta novela: en la adolescente que se ofrece como trofeo sexual del músico de turno, en esa madre excesivamente complaciente con sus parejas, en esa veinteañera que, tras ser impelida por su novio a enseñarle las tetas a su amigo, sonríe con forzada despreocupación mientras dentro de ella algo se quiebra imperceptible pero indeleblemente. Actitudes cimentadas en la inseguridad y la sumisión que, por supuesto, también pueden verse en esas jóvenes desarraigadas de todo vínculo afectivo, carne de cañón de adicciones y manipulaciones, reconvertidas en peligrosas marionetas del primero que les da algo de amor.

Emma Cline posa su mirada en las áreas grises de esas almas negras. Y aunque no logra llevar al lector a comprender qué llevó a esas chicas a cometer un acto tan atroz  -esa pretensión escapa las posibilidades de cualquier escritor, por muy bueno que sea- con sutileza consigue insinuar en el pavimento de la absoluta incomprensión escollos que, aunque diminutos, merecen ser explorados. Un espectacular debut para cualquiera, más aún para una autora tan joven como ella.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll al inicio