Libros

A corazón abierto

Hacía tiempo que no disfrutaba tanto leyendo un libro como lo he hecho con A corazón abierto de Elvira Lindo.

Me decidí por él en la librería porque había leído varias reseñas positivas, aunque el hecho de que se tratara de una narración autobiográfica me tiraba un poco para atrás. No conocía lo suficiente a la autora como para sentirme impelida a leer sobre su vida, pero vencí mis prejuicios. Y menos mal que lo hice.

Al presentarnos la historia de su familia, Lindo deja tras de sí un elenco de poderosas emociones y personajes memorables. Los primeros capítulos, fantásticos, se centran en su ascendencia paterna: el padre tiene un gran protagonismo en este libro y el retrato de sus luces y sombras es uno de sus grandes logros. Un personaje carismático y singular: el tipo encantador que entabla amistad con operarios, camareros y paseantes, el pozo sin fondo de anécdotas, el padre cariñoso, el marido apasionado, el hombre hecho a sí mismo. Pero también el déspota que siempre se sale con la suya, el pesao que no calla nunca, el exhibicionista penoso que se enfada si no es el centro de atención, el vivales incapaz de enfrentarse a la tristeza que deja a su mujer sola y enferma en largas noches de humo y bebercio.

La descripción de la abuela paterna también es estupenda, casi tanto como abyecto es el personaje. Esa vieja Dickensiana que monopoliza veladas familiares hablando de dinero, que suelta guantazos, que abandona a su suerte al hijo que más le cuesta, la usurera que rateando aquí y allí hace una fortuna que no es capaz de compartir ni disfrutar.

El libro avanza con la infancia y primera juventud de la autora, marcada por el nomadismo impuesto por los diferentes destinos laborales del padre y la enfermedad materna que les enraíza definitivamente en Madrid.

En ciertos capítulos la narración se amolda a las formas propias de cada edad, y de pronto da vida a una niña vivaracha y un punto repipi para encarnar luego a una adolescente idealista y confundida. Lo hace de manera completamente natural, nada forzada. Un ejercicio de virtuosismo literario que sorprende por su efectividad y sus maneras fluidas.

A medida que avanzamos en la lectura se nos adentra en la historia de amor de los padres: desde sus inicios apasionados hasta su tumultuoso desenlace a ritmo de vajilla estrellada contra el suelo. Conocemos a la madre, la fragilidad en pantalones campana, sometida al fatigado andar de su corazón enfermo y al agitado vaivén de los caprichos de su marido.

El libro contiene gran cantidad de detalles cotidianos que tejen la esfera íntima de la familia. Esos que son a la vez exclusivos y universales ya que las sensibilidades ajenas los comprenden como si fueran suyos porque, de hecho, podrían serlo. En mi caso, algunos de los que sentí más cercanos fueron esos cantos en los trayectos de coche en la infancia, esas canciones escatológicas para hacer reír, esas puntualizaciones absurdas que la madre hace de Gregory Peck, que le gusta “como actor y como hombre” mientras que Jorge Sepúlveda le gusta como cantante “pero no como hombre”.

Estas puntillas simpáticas conviven con episodios más duros: el sentimiento de abandono, la enfermedad, la muerte, la vejez. Pasajes de impacto dramático que invitan a la reflexión, que aposentan una sombra pesada en el estómago, narrados de manera muy honesta, nada lacrimógena, muy evocadora.

El relato retrospectivo cambia de rumbo en determinados capítulos, como aquel en el que la narradora le cede la palabra a su madre muerta, o ya al final, cuando se remonta a los tiempos en los que su padre fue un chaval en bermudas abandonado a su suerte en el Madrid de posguerra.

A corazón abierto es un libro valiente: no debe de ser fácil arrojar luz sobre las sombras de los seres queridos, tampoco compartir las heridas con el mundo de esa forma tan directa, poniéndoles nombre y apellido. Su lectura me ha hecho mirar atrás hacia mi propia infancia y hacia mi propia familia. Me ha hecho pensar en la pérdida y en el cobijo del vínculo y la cercanía. En la importancia de la memoria. En los que no están y en todo lo que no les pregunté a tiempo. Y en los que sí están y aun tengo tiempo de preguntarles.

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