Libros

Un destripador de antaño y otros cuentos

Esta ha sido mi primera incursión en Emilia Pardo Bazán. Se trata de un compendio de relatos cortos que vieron la luz  entre 1886 y 1922 en diferentes publicaciones de la época. 

En su mayoría centrados en el mundo rural, son narraciones de gran crudeza que ponen el foco en las miserias de las clases más desfavorecidas. Bazán no se anda con florituras y retrata una sociedad analfabeta, supersticiosa, palurda, con frecuencia  violenta y en ocasiones asesina, en textos muy cortos que te dejan con el corazón encogido. 

Por sus páginas desfilan mujeres aterrorizadas por atroces maridos (El indulto), padres que apalizan a sus hijas antes que dejarlas vivir su vida (Las medias rojas), peleas brutales (Un duro falso),  apuestas absurdas de fatal desenlace (El xeste), o sanguinarios paletos que ven la ciencia como una amenaza (Un destripador de antaño). 

 Bazán reparte leña para todos y arremete también contra la superstición religiosa (La santa de Karnar), las esposas acomodadas que castigan sin piedad a las amantes en vez de a sus maridos (La Mayorazga de Bouzas) o la estrechez de miras de la iglesia. Y no es que manifieste su condena explícita, sino que las realidades que destapa son tan flagrantes que su narración es crítica en sí misma. Sorprende descubrir, en medio de toda esta tragedia, una historia de amor hermosa y sencilla como la de Cuesta abajo.  Y se agradece la distensión cómica de  El baile del querubín y su cura bailongo, o la ironía con la que en  Por el arte,  la autora se pitorrea de un pseudointelectual asentado en Marineda (topónimo literario con el que se refiere a su Coruña natal). 

Muy influenciada por el naturalismo francés y, en particular, por el autor que ella misma autoproclamó su mentor Émile Zola, Bazán  introdujo esa nueva corriente literaria en el país ganándose el respeto de muchos pero también la animadversión de muchos otros. Su ensayo La cuestión palpitante , en la que analizaba la obra de Zola y otros naturalistas, suscitó gran polémica en la sociedad machista y beata de la época. Bazán fue públicamente atacada y despreciada por ciertos círculos intelectuales, que hicieron presión para que se le negara el acceso a la  RAE hasta en tres ocasiones. Pero ella era una mujer fuerte a la que le divertían las polémicas que suscitaban sus publicaciones y que mandó a su marido a freír espárragos cuando este le exigió que dejara de escribir. Los pazos de Ulloa fue su novela cumbre, pero cultivó también el ensayo, la crítica, la poesía, la biografía, la crónica periodística, el teatro y el relato.

Fue una mujer adelantada a su época que luchó fervientemente por los derechos de la mujer, pero,  paradójicamente, también una mujer conservadora. Nacida en el seno de una familia aristocrática, se posicionó públicamente a favor del carlismo y ostentó con orgullo su título de condesa. Su catolicismo contrastaba con la naturaleza atea de ese naturalismo francés que abanderó en nuestros lares y de hecho, suscitó escepticismos en el mismo Zola.

Ella no renegó de sus creencias, pero tampoco a esa libertad  innata  de su alma que la llevó a vivir como le dio la gana, a tener apasionados romances (como el que tuvo con Galdós) y a combatir con valentía por el destacado lugar que merecía su talento. Bravo por ella. 

 

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