Una explosión en un piso de estudiantes hace volar en mil pedazos las vidas de los que se van y de los que se quedan. Cinco de los afectados narran la destrucción y reconstrucción tras la tragedia.

Esta es la premisa de Rewind, libro que he acabado en poco más de una semana, alentada por todas las entusiastas recomendaciones que había leído. Y que me ha dejado una mezcla de sensaciones encontradas. La mayoría son positivas: Juan Tallón escribe tan bien que los minutos entre sus letras transcurren veloces y placenteros. Incluso enredados en temas tan espinosos como los que trata: la pérdida, el dolor, la muerte.

Utilizando las mismas palabras con las que el autor describe a uno de los personajes de esta novela multicoral: su conversación te envuelve en vez de ponerte delante. Y con eso tiene mucho ganado. Pero, en mi opinión, ese fantástico talento no es suficiente para rellenar algunos de los huecos que deja tras de sí esta novela.

La existencia de múltiples narradores, aun lo logrado de su discurso, me ha impedido entrar en profundidad en  ellos. Y la idílica reconstrucción de la vida previa a la explosión me parece un punto artificial, tal vez porque no acabo de comprender, o de creer, el vínculo entre los diferentes protagonistas (especialmente el establecido entre los jóvenes inquilinos del piso con la quiosquera o con el vecino marroquí). Tampoco entiendo el sentido de ese secreto desvelado en las últimas páginas: demasiado grave como para tratarse de manera tan superficial.

Tal vez esa misma lejanía con la que encuentro que se tratan ciertos personajes tenga que ver, sin embargo, con lo mucho que me ha impresionado el capítulo de la explosión. Esa capacidad de describir el horror sin caer en el dramón, de transmitir tanto, sin destrozar al lector y sin entrar en lo macabro. Complicadísimo equilibrio. Tellón no utiliza más tretas que las de su mirada observadora, técnica depurada y lenguaje bien empleado. En definitiva, que las que definen la buena literatura.