La protagonista de Yo, mentira es una mujer sin nombre ahogada en su rutina, sobrepasada por sus obligaciones, que vive en permanente conflicto consigo misma. Una mujer que siente que no llega. Soy el alguien que dejó la leche fuera, que no abrigó lo suficiente al niño, que olvidó recoger la ropa seca cuando empezó a llover.
Un día tuvo ambiciones pero hoy se siente frustrada en ese trabajo en el que dejó de ascender para ser madre. En mi mente hay una puerta pintada de negro tras la que guardo las imágenes de lo que yo iba a ser. Ahora convive con la frustración de no haber logrado lo que un día soñó y la culpabilidad de sentirse insuficiente para su hijo. Asfixiada en este juego de malabares imposible, no se siente identificada con ninguna de las etiquetas que la sociedad ha preparado para ella. Es raro que consiguiera esos nombres mayúsculos: esposa, madre, profesional; que sean los mismos que siempre escuché hacia las que sí eran esposas de verdad, madres de verdad, profesionales de verdad; y es raro que no haya otro nombre distinto para esto que soy yo. Tampoco con la imagen que le devuelve el espejo y le muestra un cuerpo que ya no reconoce como el suyo.
Con un estilo brutalmente sincero, la autora sevillana Silvia Hidalgo consigue sumergir al lector en la angustia existencial de la protagonista hasta el punto de lograr una (¿preocupante?) identificación.
Una lectura que hace reflexionar sobre temas tan interesantes como el rol de la mujer en la sociedad de hoy, la conciliación, la vocación, el deseo, el síndrome del impostor, la persona que se esconde bajo el disfraz. Una novela “importante” como la describió una de mis cómplices de Lecturas en la tribu, con las que hemos debatido largo y tendido sobre estos asuntos habitualmente rodeados de silencio que conviene poner sobre la mesa.