El concierto se cerró con una versión del Mama you’ve been on my mind de Bob Dylan, con guitarra acústica y pandereta, con los dos protagonistas de la noche cantando por el mismo micrófono y la audiencia bailando con alegre sorpresa el improvisado country. Recordando el último concierto que hicieron en Barcelona hace un par de años en las que apenas consiguieron llenar la sala Bikini y comparándolo con el abarrotadísimo Apolo del sábado, resulta evidente comprobar que el mercado español parece haberse rendido ante los encantos de los cinco guapos de Borlangüe que, hiperconocidos en Suecia, Alemania y Japón, nunca dudaron de su talento ni tuvieron ningún problema en declararse, al más puro estilo Gallagher ”el grupo más grande del mundo”. A pesar de que más moderados en su arrogancia que en conciertos anteriores, en los que su prepotencia había llegado incluso a resultar cómica, los jóvenes suecos siguen dando mucha importancia a su imagen y a menudo abusan de las poses y expresiones exageradas. Pero más allá de la pura estrategia de marketing que esconde su cuidada imagen retro y cool, existe un innegable talento que hace que todo valga la pena. Y que bien mirado, hasta tenga su gracia.
Concierto de Mando Diao
La sala Apolo está ya llena a rebosar y los teloneros apenas llevan media hora tocando. En las primeras filas, niñas monas con aspecto indie y jóvenes disfrazados de Peter Doherty se amontonan para poder ver a sus ídolos suecos en la presentación de Ode to ochrasy, el que es ya su tercer disco. Continuando con la línea trazada en sus dos anteriores álbumes, aunque tal vez de forma no tan brillante, este álbum combina el pop más melódico y sesentero con el rock-punk más guitarrero y desenfrenado para crear piezas cortas y efectivas.
La canción encargada de abrir el concierto es la que se encarga también de abrir el nuevo disco, la pegadiza Welcome home Luc Robitaille, una de las más melódicas del álbum, de estribillo impecable y enérgicas guitarras. Mando Diao son el bajista C.J. Fogelklou, el batería Samuel Gires, el teclista Mats Björke y los compositores, cantantes y guitarristas Björn Dixgard y Gustaf Noren , que se turnan para interpretar la voz principal y los coros. Son todos ellos pura adrenalina en el escenario, desprenden una vitalidad contagiosa que les lleva a menudo a interpretar sus temas a velocidad mucho mayor de la que gozan en el disco. Sin apenas descanso entre canción y canción, los cuatro jóvenes van combinando viejos y nuevos temas, ante un público entregado que se desgañita saltando y coreando las canciones a voz en grito.
Entre las composiciones interpretadas cabe destacar Lustful life con claras influencias del indie británico y de estribillo sospechosamente parecido al God knows de su anterior álbum, las más rock and rolleras Paralised y Motown blood, las festivas White wall y If I leave you, la melancólica Ochrasy y las más innovadoras Amsterdam y Good morning herr host en las que la voz ya de por si especialmente apropiada para el soul de Björn Dixard adopta en estas canciones una fuerza y un poder que hace difícil creer que el chico cuente tan sólo con 26 años.
El calor del público crece todavía más si es posible con singles como God knows, Down in the past o Sheepdog, los rasgueos de guitarra se tornan frenéticos y casi espasmódicos, los cantos desembocan en chillidos desgarradores, la locura se generaliza y culmina con los nuevos singles, la espléndida TV and me y la libertinesca Long before rock and roll, una de las piezas más destacables de este último disco, en las que los dos cantantes van intercalando sus voces en forma de eufórico diálogo. Tras el reglamentario y en este caso merecidísimo descanso, ya en los bises, deleitaron a los fans más fieles con el tema más brillante de su primer disco The band para continuar luego y dedicar “a las señoritas” la beatleliana y romántica You can’t steal my love.