Que Adam Green está como una cabra era algo que ya me suponía desde hacía tiempo, por sus extravagantes camisetas de flecos y sus atolondrados paseos por el escenario, por sus ridículos bailes y también, por supuesto, por sus surrealistas letras en las que pide ser enterrado con el cubo de Rubik o habla de gordas a las que les salen ladrillos por la vagina. Pero siempre me quedaba la duda ¿qué es natural y qué es una absurda farsa? Y sí, no cabe duda de que él mismo se ha encargado de crear ese personaje cuidadamente enloquecido y que probablemente, cuando va andando sólo por la calle, no se arrastra haciendo descabellados giros como hace en el escenario, pero tras este concierto me quedó claro que por mucho que el chico esté exagerando sus excentricidades, muy bien de la cabeza, no puede estar. Y que conste que no lo digo como un defecto. Fueron sus contantes idas de olla combinadas, por supuesto, con su innegable talento, las que hicieron del concierto del martes pasado un espectáculo que me va a costar olvidar.
Salió despechugado, con la mirada perdida y pegando brincos y ya desde los primeros acordes de «Cigarrete burns forever», la encargada de abrir el concierto, lo veo claro: este tipo va a hacer que nos lo pasemos muy bien. Y no me equivoco. Su directo no suena como sus discos, aquellas armoniosas melodías pop folk son ahora frenéticos y disparatados punks, que acompañados por sus descuajeringados bailoteos, convierten una audiencia que se prometía tranquila en un contagioso hervidero de cachondeo. Entre saltos y simpáticos chapurreos en español, el neoyorquino va combinando temas de sus seis discos en solitario: “Gemstones”, “Drugs” “Bluebirds” y una exaltadísima “Emily” en medio de la que se lanza del escenario para ser recogido con alegría por un público que, como él, enloquece por momentos.
La siguen, entre otras, la excelente “Pay the toll”, “Why does he act so bad” (mi favorita de su último disco) y su nuevo single “Buddy Bradley”,antes de coger la guitarra acústica y parar quieto en el escenario por primera vez desde que ha salido.
Se tranquiliza entonces y la oscura sala se torna silenciosa y aunque pueda parecer mentira, reflexiva, mientras su voz privilegiada entona la taciturna “Boss inside”. Con “No legs” su voz sigue sonando clara y sosegada, a pesar de su letra brutal y pasada de rosca y con la simpática “Give them a token”, a uno le dan ganas de pasear en la primavera en blanco y negro de una película antigua por las calles de Nueva York…
Aparca la guitarra de nuevo y nos hace a todos felices con su brillante “Friends of mine”, y aunque seguimos algo desubicados con los cómicos desvaríos de este tipo estrafalario- que aprovecha el lanzarse al público para morrearse con chicas de las primeras filas o se empeña en arañarse el cuerpo con un cascabel que cuelga de su cuello mientras chilla, vete tú a saber por qué “¡mamá!” “¡papá!” – y seguimos sin saber si está de cachondeo, quedándose con nosotros, o drogado hasta las cejas, con temazos como aquél, a quién le importa.
Sigue el subidón con “Morning after midnight”, “Dance with me” y por supuesto, “Jessica”, esta vez fiel a la arrastrada y melódica versión del disco, su particular caricatura de la cantante y actriz norteamericana Jessica Simpson, en la que afirma en tono cómicamente entristecido: “Jessica Simpson, where has your love gone? It’s not in your music, no…“.
Acaba el concierto con “Baby’s gonna die tonight”, más energúmena que nunca, y para culminar su chiflada actuación se lleva a una chica de la primera fila como si fuera un saco de patatas antes de desaparecer y dejarnos todos con una sonrisa desconcertada.
Y es curioso, porque toda esta estrambótica actitud podría muy fácilmente resultar patética, y en cierta manera, tal vez lo resulte, si uno se para a pensarlo. Pero inexplicablemente, lejos de restarle credibilidad a sus canciones, las dota de una singular personalidad y convierte sus conciertos en inimitables espectáculos enormemente divertidos de presenciar.
Probablemente porque Adam Green no es un payaso carismático cualquiera, sino un payaso carismático con una voz fuera de lo normal, un montón de geniales canciones y un muy particular sentido del humor que le convierten en el personaje único que es. Un personaje al que me muero de ganas por ver de nuevo en un escenario.
Un personaje al que me muero de ganas por ver de nuevo en un escenario. Pienso exactamente lo mismo